Reprimir o regular: el falso dilema de las políticas de drogas

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En América Latina la relación entre la violencia, el crimen y las drogas ha tenido gran influencia en las políticas de seguridad. Entre los ciudadanos, los políticos y los medios de comunicación prima la perspectiva de la existencia de una fuerte conexión entre el consumo de sustancias y la ocurrencia de delitos, entre la formación y existencia de mercados locales y la inseguridad, así como entre el narcotráfico y los altos niveles de violencia y crimen que enfrenta la región. Si se acepta que el uso de drogas está asociado a conductas delictivas y si el tráfico es inherentemente violento, parece lógico que la supresión de este mercado ilícito –mediante la prohibición o la regulación– contribuiría a reducir el crimen y a disminuir sustancialmente las altas cifras de violencia letal. En el caso de Estados Unidos, esta discusión ha sido planteada por Boyum y Kleiman (2002: 95-111). De hecho, este argumento ha sido utilizado por quienes defienden la guerra contra las drogas y también por quienes piden un cambio radical en el régimen actual. Para unos, abandonar la prohibición representaría un grave riesgo para la seguridad de los ciudadanos; para otros, regular los mercados sería la solución a los problemas de inseguridad. Unos ven las reformas a la política de drogas como una amenaza, los otros las señalan como el único camino. Estas posiciones han generado un falso dilema entre la seguridad de los ciudadanos –y aferrarse al modelo prohibicionista– o cambiar la política de drogas –y “ceder” frente al crimen–. Esta errada contraposición no solo ha polarizado el debate, sino que ha generado inmovilidad en las respuestas y hecho aún más lenta la capacidad de adaptación del estado. La ambivalencia ha sido uno de los resultados, con autoridades y funcionarios que en el discurso expresan agotamiento y frustración, pero que en la práctica evitan las reformas por considerarlas poco atractivas desde el punto de vista político y electoral. Este artículo cuestiona estas narrativas a partir de la evidencia disponible, identifica las posiciones preponderantes en el debate actual –sus aciertos y desatinos–, así como las opciones de política pública, con sus ventajas, desafíos e incertidumbres. Pretende asimismo contribuir al debate público desde dos preguntas clave: ¿cuáles son las políticas de drogas que favorecen la seguridad de los ciudadanos, concretamente la disminución de la violencia y el crimen? ¿Cuáles serían las políticas de seguridad que permitirían
responder mejor al problema de las drogas?

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Midiendo el uso de drogas ilegales en México: Reflexiones sobre las Encuestas Nacionales de Adicciones y una encuesta independiente

El supuesto consumo de drogas y mercado interno mexicano han sido mencionados como aspectos importantes para el combate al narcotráfico y para la guerra contra las drogas en el gobierno de Calderón (i.e. Ramos, 2010). De acuerdo al Programa Nacional de Salud 2007-2012 (Secretaría de Salud, 2007), el consumo de drogas se asocia a fenómenos sociales de prevalencia creciente, como la violencia y la desintegración familiar. En este sentido, sería importante conocer objetivamente la dimensión del consumo de drogas en México. El objetivo de este artículo es realizar una comparación entre las Encuestas Nacionales de Adicciones de 2008 y 2011, focalizándose en el uso de drogas ilegales (lo cual incluye uso de drogas legales de manera ilegal) y excluyendo las drogas legales (alcohol y tabaco), pues éstas representan una problemática con su propia especificidad y tienen fuentes alternas de datos.

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Más caro el caldo que las albóndigas

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La política de combate a las drogas será, quizá, el principal legado del gobierno de Felipe Calderón. Esa política tiene dos vertientes: la del combate a los llamados “delitos contra la salud” y la política de salud en materia de consumo de drogas ilícitas. Durante 2011 más de 11 mil homicidios fueron atribuidos directamente a la violencia relacionada con el combate a los “delitos contra la salud”, incluido el narcotráfico y sólo un poco más de 600 directamente al consumo de drogas. Las cifras nos obligan a preguntarnos si el principal problema de salud vinculado con las drogas no está en la violencia que generan el mercado ilícito y su represión, antes que en el consumo.

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Psicoativos, cultura e controles: contribuições da antropologia ao debate público no Brasil

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Este texto surgiu a partir dos diálogos e experiências de pesquisa de Taniele Rui e Beatriz Labate em contextos empíricos bastante diferenciados. Rui se dedicou ao estudo daquilo que se convencionou denominar genericamente de “usos abusivos ou problemáticos” de drogas, seja a vertente de tratamento, a partir das dinâmicas de internação em comunidades terapêuticas (Rui 2007, 2010), seja em cenas de uso e comércio de crack (Rui 2012). Labate, por sua vez, tem uma trajetória de pesquisa marcada pela investigação dos assim chamados “usos integrados” de drogas, especialmente na interface entre populações urbanas com comunidades amazônicas caboclas ou indígenas, relacionados ao consumo da ayahuasca (Labate 2004, 2011).
A partir destas experiências, observamos que em contextos etnográficos bastante diferentes existem mecanismos culturais, mesmo informais, de controle do manuseio e da ingestão de psicoativos. E, em razão disso, compartilhamos o incômodo com um tipo de discurso que estabelece oposições binárias entre os usos “tradicionais” e “não tradicionais”, “ritualísticos” e “não ritualísticos”, “recreativos” e “abusivos” como se os primeiros fossem inerentemente não problemáticos e mais desejáveis4. Ora, a proximidade empírica revela maiores nuances entre tais dicotomias.

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La generación y colección de datos relacionados a mujeres encarceladas por delitos de drogas.

Uno de los obstáculos más significativos para formular una política efectiva, que sea coherente con la perspectiva de género y derechos humanos, es la falta de información y conocimiento de la participación que tienen las mujeres en las actividades relacionadas con las drogas de uso ilícito y su situación, una vez están recluidas.
Las debilidades en la producción, confiabilidad y acceso a datos públicos no son excepcionales en América Latina, pero en el caso de mujeres presas por delitos de drogas enfrentamos una serie de restricciones adicionales.

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Medidas alternativas al encarcelamiento para mujeres involucradas en el mercado de drogas

El reconocimiento de los enormes costos humanos y de distinta índole de las políticas punitivas, así como de sus exiguos beneficios, hace impostergable la tarea de implementar alternativas al encarcelamiento sensibles a las consideraciones de género, y de las cuales las mujeres que han cometido delitos de drogas en la región puedan beneficiarse ampliamente. Las alternativas para el caso de las mujeres son particularmente importantes en la medida en que –aunque las mujeres continúan representando una pequeña fracción de las personas encarceladas– el crecimiento de las mujeres privadas de libertad por delitos de drogas ha sido significativamente más alto que el de los hombres. Estos delitos son la primera o segunda causa de encarcelamiento femenino en los países de la región.
El presente documento ofrece, en un primero momento, una serie de recomendaciones generales para la implementación de alternativas al encarcelamiento en los países de la región y, posteriormente, plantea una serie de recomendaciones específicas sobre el tipo de alternativas que podrían implementarse para mujeres que han jugado distintos roles en los mercados de drogas –consumidoras problemáticas que cometen otros delitos o mujeres que han cometido distintos delitos menores de drogas– y que deberían recibir un tratamiento diferente al procesamiento por el sistema penal o la pena privativa de la libertad en la cárcel. La aplicación equitativa de las políticas de drogas sin considerar las características particulares de la mujer puede, de facto, crear una discriminación contra la población femenina que tiene que enfrentar procesos penales.

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Mujeres, políticas de drogas y encarcelamiento. Una guía para la reforma de políticas en América Latina y el Caribe.

El uso de la cárcel como respuesta frente a las drogas ha afectado
desproporcionadamente a las mujeres. En Argentina, Brasil y Costa Rica,
más del 60 % de la población carcelaria femenina está privada de
libertad por delitos relacionados con drogas. Muchas de ellas tienen
poca educación, viven en condiciones de pobreza y son responsables del
cuidado de personas dependientes –niños/as, jóvenes, personas de mayor
edad o con discapacidad–. A pesar de que llevan la peor parte de las políticas punitivas, estas
mujeres rara vez son una verdadera amenaza para la sociedad; la mayoría
son detenidas por realizar tareas de bajo nivel pero de alto riesgo
(distribución de drogas a pequeña escala o por transportar drogas), como
una manera de enfrentar la pobreza o, a veces, por la coacción de una
pareja o familiar. Su encarcelamiento poco o nada contribuye a
desmantelar los mercados ilegales de drogas y a mejorar la seguridad
pública. Por el contrario, la prisión suele empeorar la situación, dado
que reduce la posibilidad de que encuentren un empleo decente y legal
cuando recuperan la libertad, lo que perpetúa un círculo vicioso de
pobreza, vinculación a mercados de drogas y encarcelamiento.

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ANÁLISIS DEL IDPC DEL INFORME MUNDIAL SOBRE LAS DROGAS DE LA ONUDD PARA EL 2015

El IDPC ofrece una visión general y un análisis
crítico de los datos y los temas presentados en el Informe Mundial sobre
las Drogas de este año de la Organización de las Naciones Unidas contra
la Droga y el Delito (ONUDD). Como suele ser habitual, el informe presenta una gran
cantidad de datos útiles sobre la situación mundial de las drogas. En
consonancia con una tendencia que se ha evidenciado en los últimos años,
el tono es moderado y el contenido político es relativamente escaso.
Esto resulta especialmente valioso e importante con miras a la Sesión
Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGASS) sobre
drogas que tendrá lugar en 2016. Además, el Informe reconoce en mayor
medida que nunca antes la profundidad, la incertidumbre y la complejidad
del “problema mundial de las drogas”, así como la constante
provisionalidad de sus propios análisis. Por otra parte, sus páginas
muestran una impresionante transparencia en cuanto a la construcción de
las series de datos utilizados para elaborar los informes y análisis en
su ámbito de estudio.

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