Las palabras que transforman sociedades

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Las palabras que transforman sociedades.

Nota de inicio:
En noviembre de 2016 me invitaron a hacer la conferencia inaugural de la Cumbre de Mercociudades (ciudades de los países afiliados al Mercosur), que se hizo en la ciudad de Santa Fe, Argentina.  Ese encuentro tenía como título: “Construyendo sociedades resilientes en el marco de la integración regional”. Un título que me pareció perfecto por el significado de cada una de esas palabras pero que también me generó desconfianza: no siempre las ciudades son capaces de pasar de las palabras a los hechos.  Decidí, entonces, basado en ese título y en mi desconfianza, hacer una ponencia centrada en las palabras que se requieren para transformar una sociedad.  Aquí está ese ejercicio, revisado después de la conferencia para que tenga sentido en otros lugares y espacios.

Las palabras con las que nombramos a los gobiernos, a los gobernantes, a los políticos.

En el actual momento de Colombia, donde el post conflicto debería servir para construirnos como sociedad, tenemos que ser capaces de pensar y decidir las palabras para la política, para la gestión pública, para la transformación de las sociedades, para nuestra participación en esa transformación.

¿Qué pasaría si hiciéramos un ejercicio, un juego, y nos preguntáramos con qué palabras definiríamos a nuestros gobernantes, a nuestros gobiernos, a los políticos, a sus partidos? ¿Qué palabras saldrían, cuáles serían las más pronunciadas por la gente para calificarlos?

¿Con cuáles de estas palabras los identificaríamos o con cuáles de esas palabras incluso calificarían ustedes mismos la gestión pública en general?

Confianza  o  desconfianza
Inclusión           o  exclusión
Equidad           o  inequidad
Avance           o  estancamiento
Seguridad  o  inseguridad
Cohesión  o  fragmentación
Integralidad o desintegración
Integración o aislamiento
Articulación          o  “cada uno con su chacrita”
Transparencia  o  corrupción
Transformación  o  “todo sigue igual o peor”
Esperanza  o  desesperanza, incertidumbre

De eso se trata la gestión pública, simplemente: de elegir con cuáles palabras queremos ser nombrados en el futuro, con cuáles palabras queremos que la gente nombre la gestión pública y califique los gobiernos, con qué palabras queremos que se identifiquen nuestras ciudades y sociedades; definir las palabras y trabajar para que esas palabras sean realidad es la tarea desde y para lo público.

Las tres palabras de la política:

Esperanza, hechos y símbolos.  Esas son las 3 palabras de la Política, con mayúsculas.

Digo Política y no politiquería, que es lo que hacen muchos de los que se dedican a la política y que se caracterizan, fundamentalmente, por convertir lo público en parte de sus propios intereses privados (la privatización de lo público) y por convertir los derechos en favores y privilegios, mediante todo tipo de artimañas y de redes mafiosas, incluyendo la relación clientelar con personas claves en los barrios de mayor vulnerabilidad.

Mientras la política tiene su mayor desafío en la pobreza, para la politiquería, para los politiqueros, la pobreza es su riqueza porque de la vulnerabilidad de la gente más pobre derivan su poder mafioso. Como a las iglesias, que alaban viven de bienaventurar la pobreza, a muchos políticos de nuestro entorno en Latinoamérica les conviene la pobreza. Viven de ella. Se enriquecen por ella.

La política tiene que poder producir esperanza. Si no genera esperanza, pierde su sentido. La política tiene que tener visión de futuro, tiene que pensar en mañana y en dentro de 15 y 30 años, no solo quedarse atascada en resolver los problemas de hoy y, peor, de ayer.  Hay que lograr que la política sirva para que los niñas y niñas que hoy están naciendo en cada una de nuestras ciudades tengan mejores y mayores oportunidades para una calidad de vida plena.

Esa esperanza tiene que traducirse en hechos, en realidades, en acciones concretas, que generen evidencia permanente.  La mejor pedagogía de la esperanza son los hechos, las realizaciones, las evidencias de que es posible.

Y, si una buena parte de esos hechos tiene un alto contenido simbólico, ya no solo se están transformando unas realidades físicas sino que, fundamentalmente, se están construyendo nuevos escenarios sociales, se producen cambios culturales, se construye una nueva sociedad, una nueva ciudadanía.  La diferencia entre una acción sin trascendencia y una acción trascendental, desde la política, está en su carácter simbólico.

Las 4 palabras de la gestión pública:

Conocer, reconocer, valorar y potenciar.  De eso se trata en buena parte la gestión de una ciudad, de una provincia, de un país: conocer, reconocer, valorar y potenciar lo que ya existe, lo que ha existido sin nosotros, a pesar de nosotros e incluso contra nosotros.

En nuestros barrios, en nuestras zonas rurales, muchas organizaciones sociales, comunitarias, campesinas, culturales, barriales, juveniles o de todo tipo de colectividades, ya están haciendo, ya están transformando.

Esas organizaciones conocen mejor que nadie sus geografías físicas, sociales y humanas.  Se conocen intensa y apasionadamente sus territorios; conocen a cada una de las organizaciones que están allí, conocen a las personas de su entorno, saben sus inquietudes, han escuchado sus reclamos, conocen sus propuestas. Esas organizaciones necesitan que las conozcamos, que las reconozcamos, que las valoremos, que las potenciemos.  O mejor: nuestras sociedades necesitan hoy más que nunca de esas organizaciones, de sus conceptos, de sus metodologías, de sus procesos, de sus productos, de sus resultados, de su profundo conocimiento de sus territorios y de sus gentes.

Las 7 palabras para transformar una ciudad, una sociedad:

Hace unos años me llamó un periodista en pleno viernes santo y, al aire, me preguntó cuáles serían mis 7 palabras para la sociedad… haciendo la metáfora con el sermón cristiano de las 7 palabras de esa fecha.

Mi respuesta fue con estas palabras, pensando en lo realizado en Medellín desde hace años: Camino, Transformación, Educación, Cultura, Convivencia, Oportunidades y Transparencia.

Camino, porque Medellín tomó un camino desde principios de los 90, en el que desde la sociedad civil empezamos a hacer de la ciudad un laboratorio social, educativo, cultural y urbano, y a prepararnos colectivamente para enfrentar el duro desafío que suponía tener la tasa de muerte violenta más alta del mundo (la tuvimos por 20 años), con cifras aterradoras: 382 muertes por cada 100.000 habitantes en 1991, que se traducían en la aún más aterradora cifra de 6.700 muertes violentas en ese año (18.3 muertes violentas cada día, la mayoría menores de 26 años, la mayoría muertos a bala). Más de 60.000 muertes violentas en 20 años en Medellín fue el camino doloroso y horroroso que recorrimos.

Ese camino de los 90 fue el que logró que un movimiento cívico, por fuera de los partidos políticos, conformado por personas de todas las tendencias ideológicas y provenientes de las organizaciones barriales, de las ONG, de la academia y de las empresas privadas, ganara la alcaldía durante 8 años y la gobernación de nuestro departamento otros 4 años.  El camino emprendido entre 2004 y 2007 por la alcaldía, en cabeza de Sergio Fajardo, tuvo continuidad entre 2008 y 2011 en la alcaldía, con Alonso Salazar como alcalde.

Y luego, a pesar de los cambios políticos, tuvo continuidad en buena parte de ese camino por Aníbal Gaviria (2012 – 2015) y la tiene ahora con Federico Gutiérrez (2016 – 2020), o al menos desde muchos sectores ciudadanos estamos presionando para que tengan continuidad los programas que han mostrado buenos resultados.

Ese camino es el de una gestión pública enfocada en la superación estructural de la pobreza, el camino de la intervención integral del Estado en los barrios y el camino de la política puesta al servicio de los intereses colectivos y no de los beneficios privados.  Y ese camino tiene hoy su mayor fortaleza en que es un camino colectivo, de la sociedad, que es la que se encarga en primer lugar de garantizar su continuidad, llegue quien llegue a la alcaldía. Una alta participación de la sociedad en los asuntos públicos, que ha generado un capital social muy importante y que logra que en Medellín se hable más de gobernanza que de gobernabilidad. La sociedad trazó un camino y la sociedad es la encargada de hacer que ese camino sea sostenible en el tiempo.

Transformación, porque pocas ciudades del mundo se han convertido tan rápidamente en ejemplo de cambio, de transformación social, educativa, cultural, urbana. Medellín se ha convertido en referencia, en sitio de visita para quienes quieren ver proyectos innovadores, programas de intervención sobre violencias, resultados concretos. Medellín era la ciudad más violenta (yo diría, violentada) del mundo y hoy no somos ni la más violentada del mundo, ni la más violentada de Latinoamérica ni la más violentada de Colombia.  Éramos una ciudad encerrada en sí misma y hoy somos una ciudad de cara al mundo, sede de grandes eventos internacionales. Hoy somos la ciudad con mayor calidad de vida en Colombia, según Planeación Nacional.  De ser sinónimo de lo peor, pasamos a ser ejemplo.

Educación, porque es nuestra principal prioridad, no sólo para el gobierno sino para la sociedad: para las empresas privadas, que se han sumado con plata, hechos, voluntariado y acompañamiento permanente a la gestión de las instituciones de educación pública, en todos los niveles.  Para la comunidad, que en sus planes de desarrollo locales, en comunas y corregimientos, tienen como principal prioridad la educación y dedica a la educación los mayores porcentajes del presupuesto participativo.  Para el gobierno municipal, por supuesto, porque se ha hecho de la educación el principal sentido, el principal programa, la principal prioridad de nuestras políticas y de nuestros presupuestos. En los últimos 13 años, el presupuesto para la educación pública ha estado siempre entre el 30% y el 40% de todo el presupuesto de la ciudad.

Cultura, porque se ha convertido en símbolo de Medellín.  En nuestra ciudad, la cultura es una de las herramientas claves para la transformación.  Es la ciudad del país que desde 2004 ha dedicado mayor porcentaje de su presupuesto a cultura, entre el 3.3% y el 5% anual (aunque preocupa que en 2017 ha caído ese porcentaje).  Los 9 Parques Biblioteca, visitados cada semana por 110 mil personas.  Las 15 mil personas que entran semanalmente a los museos, la mayoría con entrada libre.  El Parque Explora, centro de la ciencia para toda la ciudad. El Centro Cultural de Moravia, modelo latinoamericano de gestión y proyección.  La Red de Escuelas de Música Sinfónica, con 5.600 niños, niñas y jóvenes.  La Casa de la Música.  Las escuelas de hip hop y el crecimiento del mundo hoper.  Altavoz, con su proyección internacional. Los 32 grupos de teatro con salas propias. La Fiesta de Artes Escénicas, las becas a la creación, la Fiesta del Libro y la Cultura con sus más de 420 mil visitantes cada año, la Feria de las Flores, la programación cultural en barrios, el Festiafro. La Red de Cultura Viva Comunitaria, donde las protagonistas son las organizaciones barriales y rurales que en sus territorios generan transformaciones reales con y desde la cultura. En fin. La cultura como propuesta de vida, permanente, en las calles y barrios de Medellín. Una cultura que asumimos en dos dimensiones: cultura para aprender a apreciar la propia vida y cultura para aprender a vivir con el otro, a convivir. Es la cultura para la convivencia, que es la quinta palabra de esta lista de 7.

Convivencia, porque lo contrario a la inseguridad no es la seguridad, es la convivencia. Aprender a vivir en sociedad, respetar al otro, reconocer la diversidad. Hacer de las diferencias un atributo y no un obstáculo para relacionarnos. Encontrarnos en los espacios públicos, después de años de estar encerrados por las violencias.  Hacer de los espacios de participación espacios de deliberación y de construcción colectiva.  Hacer acuerdos para superar los desacuerdos.  Ser capaces de entender qué somos como sociedad y como ciudad, y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que seamos mejor ciudad, mejor sociedad. La mejor política de seguridad es la que pone sus mayores énfasis en las inversiones en proyectos sociales, educativos y culturales, que son los que estructuralmente construirán mayor seguridad, es decir, mayor convivencia. Debemos entender que la seguridad la lograremos cuando seamos capaces de oponer a la oferta que los criminales de toda laya hacen en los barrios más vulnerables una oferta mejor y mayor de oportunidades para todos.

Oportunidades, porque una sociedad tan desigual, tan tremendamente inequitativa, debe tener en la palabra oportunidades su norte: que todos y todas tengamos oportunidades, que los derechos no sean privilegios ni favores (recuerden lo que dije arriba de la politiquería, que convierte los derechos en favores y privilegios mediante las relaciones clientelares).  Oportunidades, para que lo público –es decir, lo de todos- sea garantía de inclusión y de equidad, y sea también garantía de calidad: lo mejor de una sociedad debe ser lo público: la educación pública, la cultura al acceso de todos, el transporte público, el espacio público, los servicios públicos, el manejo de lo público como generador de confianza.  Cerrar las puertas de lo malo y abrir las puertas de las oportunidades es parte de lo que hemos hecho y debemos seguir haciendo en Medellín.

Transparencia, porque sin esta palabra nada de lo anterior tiene sentido.  La corrupción es uno de los peores males en Colombia y en Latinoamérica.  Medellín fue calificada en 2003 como una de las 5 ciudades con mayor corrupción: la Confederación de Cámaras de Comercio nos calificó con 1.95 sobre 5 en transparencia.  Desde el 2006, el mismo estudio nos califica siempre con más de 4.6 sobre 5, y resalta a Medellín como una de las 5 ciudades del país con mayor transparencia. Los dineros públicos son sagrados, decimos nosotros; nadie tiene derecho a robarse un peso del presupuesto público.  Ese es el principal impuesto que terminan pagando los pobres, la corrupción, porque ahí queda el dinero que debería invertirse en lo estructural. Y la transparencia no debe ser solo el no robarse un peso del presupuesto público: la transparencia debe ser también en el manejo de la información de lo que hacemos. La gente tiene derecho a saber qué hacemos, con quién lo hacemos, con cuánto lo hacemos, cómo la hacemos.  Gobernar debe ser también un acto permanente de pedagogía, de ayudar a entender qué, cómo, por qué y para qué.  Transparencia es un asunto de Ética y debe ser generadora de Confianza. Ética y Confianza son dos palabras claves para Colombia, y más en este momento en donde todos los días salen nuevas verdades sobre hechos gravísimos de corrupción. ¿Son ustedes éticos? ¿Son ustedes generadores de confianza?

Esas 7 palabras, camino, transformación, educación, cultura, convivencia, oportunidades, transparencia,  me hacen pensar en una octava palabra: emoción.  La emoción nos define a los de Medellín.  Nos emociona, nos apasiona la ciudad y lo que hemos hecho en tan poco tiempo es emocionante.  Y la palabra emoción me lleva a una novena palabra: orgullo.  Qué orgullo lo que hemos sido capaces de hacer colectivamente.  Qué orgullo contar esta ciudad. Qué orgullo poder decirle al mundo que estamos siendo  capaces de reinventarnos como sociedad.  Nos hemos cambiado la piel, sí, pero en realidad lo que estamos aún intentando hacer, ese enorme reto presente, es cambiarnos el alma. Nos falta mucho, pues aún hoy otras palabras definen también a Medellín: inequidad, pobreza, exclusión, violencias.  Pero seguimos en el intento de ese cambio de alma, que es el cambio cultural para ser otra sociedad diferente a la que hemos sido.

Esas 7 palabras que le respondí al periodista se volvieron 9: camino, transformación, educación, cultura, convivencia, oportunidades, transformación, emoción, orgullo.  Esas son las palabras de Medellín hoy, que se oponen cada día a las que antes nos definían pero que aún siguen sonando por ahí: narcotráfico, violencia, pabloescobar (así, en minúscula, como el asesino que fue).  Unas palabras contra otras.  Una realidad contra otra.

Para terminar, unas palabras más: infancia, espacio público, equipamientos culturales, hábitat, desarrollo humano, cohesión social. Dignidad.

Las prioridades de una sociedad deberían empezar por los programas de infancia.  Un buen jardín infantil, y me refiero a los que son resultado de políticas y presupuestos públicos, debe ser un centro de oportunidades para las familias de ese lugar, donde educación, equidad, inclusión, calidad, transformación, resiliencia, dejen de ser palabras para convertirse en evidencia.

Un gobernante, un político, a quien se le pregunte por cuáles proyectos va a ser recordado y respondiera que su principal logro es lo que beneficie a la infancia, sería una maravilla. Convertiría a la política en esperanza, en hechos, en símbolos.

Piensen ustedes, cada uno, qué están haciendo hoy sus gobernantes cercanos para que los niños y niñas que están naciendo en este momento en sus ciudades encuentren un mejor futuro.  Esa debería ser la responsabilidad de todo gobernante y, diría, de toda la sociedad: que cada día avancemos en mejores condiciones para los niños y niñas que nacen en nuestros territorios.

Pero a los gobernantes tenemos que exigirles también que se ocupen de los espacios públicos de calidad, de los equipamientos culturales, del hábitat, que son estrategias que construyen la integralidad del desarrollo humano y que permiten avanzar en la necesaria cohesión social, en un país marcado por racismos y clasismos y por todo tipo de fragmentaciones.

Y llegamos a la última de las palabras que se requieren para transformar una sociedad, una palabra que debería ser el horizonte de todos nosotros: Dignidad. La necesaria y esperada y urgente DIGNIDAD de nuestras sociedades.  Ese es el tremendo reto que hoy tenemos.  Pasar de la vulnerabilidad, de la exclusión, de la inequidad, a la  DIGNIDAD como palabra y como resultado de una mejor sociedad.

Todo esto es la política.  No la política de los partidos políticos, no la política electoral, o al menos no solo eso. La política es lo que hacemos los ciudadanos.  O mejor, la política es lo que nos hace ciudadanos.

Voy a terminar, entonces, con una frase que usé para cerrar hace unos años una conferencia que hice en Punta del Este (TEDx Lo que en Medellín aprendimos de los narcotraficantes):

La política tiene que servir,
no para hacer lo posible,
sino para hacer posible lo que hay que hacer.

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Abuso sexual. Alcances de la calificación de "gravemente ultrajante"

Fecha Fallo

El fallo de la Sala II de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, dictado en “V., W. J., s/ recurso de casación”, causa nº 8230/12, Reg. 332/17, rta. 3/5/2017, por el cual, por mayoría, se rechazó el recurso de casación interpuesto por la defensa, con relación a los agravios dirigidos a cuestionar la valoración de la prueba y la aplicación del art. 119, segundo párrafo, CP y, por mayoría, se declaró inadmisible el recurso, en cuanto al pedido de inconstitucionalidad del art. 119, segundo párrafo, CP.

Un tribunal oral condenó a W. J. V como autor penalmente responsable del delito de abuso sexual reiterado en tres oportunidades, una de ellas gravemente ultrajante por las circunstancias de su realización, todos en concurso real entre sí, a la pena de cinco años de prisión, accesorias legales y costas (artículos 12, 29, inciso 3°, 45, 55 y 119, párrafos primero y segundo del Código Penal; 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación)”.

Luis Fernando Niño señaló que el tribunal valoró la prueba recibida en el debate bajo apego a la regla de la sana crítica y los principios que la regulan y por ello consideró que estaba demostrado que W. J. V. protagonizó al menos tres actos de abuso sexual contra la menor M. A. B. R., alcanzando, consecuentemente, el grado de convicción necesario para tenerlos por acreditados, descartando cada una de las críticas expuestas por la defensa. En orden al cambio de calificación, adjudicó razón al planteo porque de los comportamientos que se tuvieron por acreditados durante el juicio, ninguno satisfizo los requisitos típicos de la agravante, votando por casar parcialmente la sentencia en lo que a la calificación legal se refiere y establecer que W. J. V. deberá responder penalmente por el delito de abuso sexual reiterado en tres oportunidades. Por último, en función del cambio de calificación propuesto, declaró abstracto el planteo de constitucionalidad del art. 119 inc. 2° del CP.

Eugenio C. Sarrabayrouse adhirió al análisis y solución de su colega Niño en cuanto al primer agravio. Sobre la inconstitucionalidad, declaró que el planteo era inadmisible precisando las deficiencias en que incurrió la defensa y, por último, descartó también el cuestionamiento referido a la calificación porque no se analizó ni rebatió adecuadamente los distintos elementos ponderados en la sentencia para tipificar la conducta en el art. 119, segundo párrafo, CP.

Daniel Morin, adhirió en lo sustancial a las consideraciones expuestas por Niño en lo relativo a la valoración de la prueba realizada en la sentencia. Asimismo, remitiéndose a los estándares fijados al momento de expedirse en “D., C. A. s/recurso de casación”, causa nº 20859/14, Reg. 512/16, rta. el 11/7/2016, concluyó que de la descripción de los sucesos que se tuvieron por probados en estas actuaciones, los actos realizados por V. constituyeron un verdadero sometimiento humillante, por lo que estimó correcta la calificación legal adoptada por el tribunal. Finalmente, en lo relacionado con el planteo de inconstitucionalidad del art. 119, segundo párrafo, CP, compartió la solución propuesta por Sarrabayrouse, votando por su inadmisibilidad.

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Castigar al paciente: garantizar el acceso al tratamiento del dolor en Guatemala.

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Se estima que, cada año, cerca de 28.500 guatemaltecos sufren enfermedades avanzadas y crónicas como cáncer, enfermedades cardíacas, pulmonares o renales, y VIH/SIDA. Varios miles de estas personas padecerán dolor severo a causa de su enfermedad.

En general, este dolor puede ser tratado con medicamentos poco costosos y mitigado con cuidados paliativos, es decir, un servicio de salud que incluya tratamiento del dolor pero se enfoque en mejorar la calidad general de la vida de las personas con enfermedades que limitan sus condiciones de vida.

Sin embargo, un análisis de Human Rights Watch ha comprobado que la falta de medidas en Guatemala para garantizar el acceso a cuidados paliativos, los obstáculos regulatorios y las reglamentaciones innecesariamente restrictivas y complejas sobre sustancias controladas condenan a numerosos pacientes a un sufrimiento que podría ser evitado, y esto tiene consecuencias devastadoras para ellos y sus familias.

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IDPC - Cómo capitalizar los avances logrados en el documento final de la UNGASS 2016 sobre drogas. Guía para la incidencia política.

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Dado que se trataba del primer encuentro de este
tipo desde 1998, la Sesión Especial de la Asamblea
General de las Naciones Unidas (UNGASS) sobre
drogas había generado una gran expectación.
Entre los distintos actores concernidos por
el tema y orientados a la reforma reinaba un
evidente sentimiento de urgencia. Sin embargo,
las esperanzas de conseguir un avance decisivo
parecieron desvanecerse cuando se aprobó el
documento final de la UNGASS, por consenso, en
el acto de apertura de la Sesión Especial.
La negociación del documento final ha sido
blanco de críticas por la opacidad del proceso
preparatorio y sus tímidos resultados. 

Pese a todo, la UNGASS y su documento
final representan un hito clave en el debate
internacional sobre el control de drogas. 
Aunque el documento final
no satisfizo todas las expectativas, sí marca un
cambio de rumbo sin precedentes a la hora de
asegurar que las cuestiones relacionadas con
la salud pública, el desarrollo y los derechos
humanos sean elementos centrales, no
secundarios, de las políticas de drogas.
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Transporte de estupefacientes. Mulas. Vulnerabilidad. Pena atenuada

Fecha Fallo

A finales de abril de 2016, un hombre fue detenido en Entre Ríos cuando transportaba en una colectiva larga distancia quince kilos de marihuana desde Puerto Rico, Misiones, hacia la provincia de Buenos Aires.

El hombre fue imputado por el delito de transporte de estupefacientes. Según consta en la causa, el imputado transportaba 15,0485 kilogramos de marihuana, acondicionados en veinte ladrillos que llevaba ocultos en una valija que ubicó en la bodega del micro.

En los autos “P., R. s/Infracción ley 23.737”, el Tribunal Oral Federal en lo Criminal de Paraná resolvió hacer lugar al acuerdo de juicio abreviado y condenó al imputado a las penas de cuatro años y dos meses de prisión y multa de dos mil pesos.

El Tribunal, integrado de manera unipersonal, consideró “comprobado traslado del material estupefaciente que el imputado había encarado por un precio –pagadero después de la entrega de la mercadería-, desde la localidad de Puerto Rico, Misiones, hacia la terminal de Liniers, Buenos Aires, y cuya llegada a destino fue frustrada por el procedimiento que tuvo lugar durante su tránsito”.

El fallo hizo especial hincapié en la situación que viven las mulas o transportador personal de la sustancia por un precio, quienes conforman el “nivel más vulnerable de este eslabón”.

“Aunque en este segmento (transporte) de un universo delictivo mayor (narcotráfico) se implican diversas clases de aportes y numerosos sujetos, todos ellos –incluido el que había asumido el imputado- colaboran a la configuración objetiva del injusto”, continuó.

Además consideró como atenuación “su nulo nivel de instrucción y consiguiente analfabetismo”, dado que el imputado aprendió a leer y escribir en la unidad penal en la que está alojado.

Por último señaló “su situación de pobreza estructural, expulsión del mercado de trabajo y dificultades para ganarse el sustento para sí y los suyos, todo lo cual debió tener una incidencia decisiva para que –impulsado por su vulnerabilidad y extrema necesidad económica- accediera por una paga a infringir la ley penal”.

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